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lunes, 27 de octubre de 2014

¿Creyente o ateo? Extremos de una misma realidad.

Últimamente me preguntan mucho si soy creyente, qué pienso de la existencia de Dios. Otras personas me preguntan por qué llevo colgada de mi cuello una medalla de una virgen junto con otra con el símbolo de Om.

También observo que muchas personas se consideran creyentes o por el contrario ateas, la mayoría desengañadas de la iglesia católica o de otras similares. Pero que decir “soy creyente” no deja de ser motivo de polémica.

Pues bien, mi creencia personal es un poco más compleja que seguir la doctrina de una religión u odiarla. Dios o la energía está más allá de la jerarquía que los hombres puedan darle. Para mí Dios tiene muchas formas y nombres. Es una energía creadora, es una energía de amor y bien. Es decir, para mí la existencia de Dios se manifiesta en los actos o sentimientos de amor, bondad, actos puros que vienen desde lo más profundo de nosotros, de nuestro inconsciente.



Por supuesto que tiene infinitas apariencias y nombres. Algunos lo llaman Dios, otros energía, naturaleza; en definitiva yo pienso que es la esencia que comparten todas las cosas. Si el universo lo formaran energías, como ya cada vez más personas creemos, Dios sería la energía más pura, que en mayor o menor cantidad está en todas las cosas.

La pregunta del millón, motivo de que muchas personas dejen de creen en Dios, o en la religión, si Dios existe, ¿cómo permite injusticias, muertes, dolor y un largo etcétera? Pues yo también me la pregunté y he llegado a la conclusión, de que para que exista la bondad debe existir la maldad, como ya decía Heráclito en la antigua Grecia (uno de los primeros filósofos que describió el universo como continuo cambio) el universo es una lucha entre contrarios. Por ello existe lo malo y lo bueno.

Y por mucho que suframos injusticias, dolor, muerte, etc. siempre tenemos momentos de amor, bondad, amistad y magia. El problema es aceptar cada uno de ellos como parte de lo mismo: este universo lleno de energías contrarias.

Lo importante es buscar la mejor energía, puede llamarse Dios, bondad, amor… Para ser feliz hay que centrarse en buscar lo bueno de cada cosa, que la tiene aunque sea una mínima parte. Disfrutar de los pequeños detalles, disfrutar de lo que nos hace felices y estar seguros de que hay una energía 100% buena, repartida por el universo esperando a ser encontrada; sólo hay que saber buscarla.


¿Qué se hace con lo malo, con lo que nos trae inquietud, sufrimiento, etc.? Pues lo primero hay que aceptar su existencia. Ser consciente de que también forma parte del universo, que va a estar en nuestra vida. Lo segundo es saber cómo afrontarlo. Cuando aparezca lo primero es expulsarla de nuestro camino, a veces es más fácil que otras, lo sé. Si no es posible, restarle importancia, porque el dolor pierde fuerza si nos centramos en otras cosas positivas.

Y no hablo por hablar, sé lo que es el dolor, la muerte, tener cosas dañinas en el día a día imposibles de expulsar. Pero también estoy segura de la existencia de esa energía divina, porque está más allá de lo humano. Sé que se puede ir apartando lo negativo, normalizándolo con la aceptación y restándole toda su fuerza centrándome en las cosas buenas.

Para mí hay algo de magia cada vez que voy meditando a ver un lugar de culto, por ejemplo la catedral de Santiago de Compostela o más cerquita, la iglesia de la virgen de Gracia en Archidona. (Esto ya lo hacían los romanos, tomando como sagrados lugares de culto de otras culturas, por considerarlas impresas de esa magia divina). 

Pero también siento esa magia al contemplar la imagen de Ganesh, Dios hindú (cabeza de elefante en cuerpo de hombre), siendo ésta la que despertó en mí la fe. Así cada uno encuentra una imagen o un “algo” al que dirigir sus esperanzas e incluso sus rezos, ya sea Dios, la virgen, la naturaleza, el Om, Ganesh, o como yo, varias de ellas, porque todas son una representación de lo mismo, de la energía más pura.



Yo siento esa energía mágica, la veo en la cara de la personas que acuden allí llenas de fe y amor. La siento yo, que vuelvo llena de energía para enfrentarme a los problemas. Pero también siento esa magia cada vez que veo un animal, porque los animales son seres naturales, sin maldad; la veo en un amanecer, en un paisaje virgen. La compruebo cuando en mi camino se cruza una persona con un alma pura, dispuesta siempre a ayudar apenas sin conocerte.      

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